La intoxicación por ingesta del desayuno escolar, es un mal que viene afectando al estudiantado dominicano en el nivel inicial y básico de manera recurrente. Sin embargo, las autoridades competentes muy poco hacen para solucionar esta grave situación.
El envenenamiento de alumnos, principalmente los más necesitados, es algo que no debe ocurrir en este momento porque, de acuerdo a informes relacionados con la inversión que el Estado hace a través del Ministerio de Educación, se destina más de tres mil millones de pesos al año. Esta suma no es suficiente, pero debe servir para asegurar los estándares de calidad que exige Educación de las empresas distribuidora de alimentos (3.3% de proteína; 2.2% grasas; 13 de carbohidratos; 17% sólidos totales; 11 sólidos lácteos y 0.8 de minerales), y no por debajo de estos niveles como se ha demostrado en pruebas de laboratorio, realidad que ciertos titulares de la cartera quieren desmentir por relaciones directas con algunas de las firmas que producen y distribuyen los alimentos.
Si el inconveniente no se ha resuelto, se debe a que las autoridades de educación únicamente enfrentan la problemática cuando se destapa un escándalo. Así, recurren a los medios masivos de comunicación con el único objetivo de figurear y lograr notoriedad, pero cuando el tema sale de la agenda de dichos medios, vuelve el problema y crece el número de estudiantes afectados.
Es hora de que el ministerio actúe responsablemente, al margen de las deudas políticas y se controle el proceso de producción y distribución del tan necesitado desayuno escolar, que se dé seguimiento a la higiene que se asume en el repartimiento de los alimentos a los escolares para mejorar el rendimiento del estudiante y contribuir con la adecuada nutrición que todo niño requiere para mantenerse en salud, además que se asegura una disminución sustancial en la deserción escolar, que es algo característico de países subdesarrollado como el nuestro.
El envenenamiento de alumnos, principalmente los más necesitados, es algo que no debe ocurrir en este momento porque, de acuerdo a informes relacionados con la inversión que el Estado hace a través del Ministerio de Educación, se destina más de tres mil millones de pesos al año. Esta suma no es suficiente, pero debe servir para asegurar los estándares de calidad que exige Educación de las empresas distribuidora de alimentos (3.3% de proteína; 2.2% grasas; 13 de carbohidratos; 17% sólidos totales; 11 sólidos lácteos y 0.8 de minerales), y no por debajo de estos niveles como se ha demostrado en pruebas de laboratorio, realidad que ciertos titulares de la cartera quieren desmentir por relaciones directas con algunas de las firmas que producen y distribuyen los alimentos.
Si el inconveniente no se ha resuelto, se debe a que las autoridades de educación únicamente enfrentan la problemática cuando se destapa un escándalo. Así, recurren a los medios masivos de comunicación con el único objetivo de figurear y lograr notoriedad, pero cuando el tema sale de la agenda de dichos medios, vuelve el problema y crece el número de estudiantes afectados.
Es hora de que el ministerio actúe responsablemente, al margen de las deudas políticas y se controle el proceso de producción y distribución del tan necesitado desayuno escolar, que se dé seguimiento a la higiene que se asume en el repartimiento de los alimentos a los escolares para mejorar el rendimiento del estudiante y contribuir con la adecuada nutrición que todo niño requiere para mantenerse en salud, además que se asegura una disminución sustancial en la deserción escolar, que es algo característico de países subdesarrollado como el nuestro.
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