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viernes, 2 de octubre de 2009

El PRD no aprende de los errores

PRD


Parece que el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) no se ha dado cuenta que la dialéctica de la vida establece que la naturaleza debe mantenerse en constante evolución, y así cada uno de sus elementos, siendo la sociedad, el mas dinámico de ellos.

Las sociedades de este tiempo son conglomerados muy exigentes desde cualquier ámbito que los enfoquemos, por lo que el político no queda excluido, y es aquí precisamente el aspecto que debe poner al PRD al reflexionar.

La sociedad dominicana de hoy, sin importar la pérdida aguda de los valores morales, demanda instituciones en todos los órdenes: pulcras y diáfanas, que actúen apegadas a criterios realmente democráticos en los que se respeten las reglas del juego.

Viendo la cosa de esta manera, entonces el PRD tiene que comprender que hay que actuar con transparencia ante la sociedad, que ésta requiere líderes respetuosos; que entiendan que a los procesos convencionales se va a perder o a ganar, que las decisiones de la base deben ser inquebrantables, que las élites partidarias no deben ejercer imposiciones, para que no surjan las confrontaciones intestinas y se asome el fantasma de la división que tanto daño ha causado al glorioso PRD.


Parece que su dirigencia ha olvidado las raíces profundas que tiene el vetusto partido en los sectores más necesitados y vulnerables del país, parece que nada de esto les importa a sus altos líderes; y no me equivoco cuando asevero que por esta actitud es que han llegado los fracasos electorales.

Por no disminuir ni tratar las pequeñas diferencias a lo interno de la organización, con dignidad y disciplina, es que han sufrido, al menos en las ultimas tres elecciones, derrotas vergonzosas.

El país no quiere que se produzca nueva vez el trauma que significa para este partido los procesos electorales internos, llámese convención. Recordemos la salida en 1973 de su líder fundador, Juan Bosch, o de las diferencias entre el fenecido presidente Antonio Silvestre Guzmán Fernández y Salvador Jorge Blanco, o entre Jacobo Majluta y el más grande líder de masas, Dr. José Francisco Peña Gómez, en 1989.


El PRD debe, de inmediato, someterse a los nuevos tiempos y dejar de dar espectáculos de mal gusto para volver a recobrar la confianza que el pueblo le ha depositado en diferentes escenarios históricos.

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