Muchos analistas políticos del mundo observan el escenario político de
Estados Unidos de América con miras a las elecciones presidenciales y
congresuales del martes 6 de noviembre sin perder un instante el proceso
evolutivo de la campaña de los candidatos con mayor posibilidad de salir airosos
en la presente contienda, el demócrata y actual presidente Barack Obama y su
contendiente, el republicano Mitt Romney.
Sin embargo, a pesar del desempleo que afecta
a más de 7.8% de la población estadounidense
(12.3 millones de personas) en capacidad de trabajo, además de las dificultades
económicas por la que atraviesa Estados Unidos, el actual presidente Barack
Obama parece que se mantendrá como el inquilino de la Casa Blanca durante otros
4 años. Así lo predicen cientos de
encuestas de opinión política realizadas a lo largo y ancho de la nación norteamericana.
Teniendo en cuenta estas dos variables (desempleo
y recesión económica), de suma importancia en un escenario electoral donde el
populismo y el gasto desproporcionado del Estado en tiempo de campaña no
existen, cabe hacerse la siguiente
pregunta: ¿Es Romney un mal candidato?
No, respondería. El
nominado por el conservador Partido Republicano (GOP, Grand Old Party) Mitt Romney, ha llevado a cabo una batalla titánica
frente al candidato demócrata y actual
presidente de la federación, el liberal Barack Obama, hasta el punto que varias
encuestadoras de prestigio como Gallup, CNN, ABC News/Wash Post, Fox, entre otras no menos importantes,
hace apenas una semana, lo colocaban favorito en el voto popular con un
promedio de 48% a 46% de su contrincante demócrata. Pero, ¿es esa popularidad
suficiente para convertirlo en el próximo presidente de Estados Unido? Pues no,
ya ha sucedido en tres ocasiones 1876, Rutherford B. Hayes; 1878, Benjamin
Harrison y en 2000; George Bush Jr., todos republicanos, en que sin haber
obtenido la mayoría de votos resultaron ser los presidentes electos de EE. UU.
En Estados
Unidos, el sistema electoral se basa en el colegio electoral o voto indirecto,
que va a depender de la población que se registre en cada uno de los 50 Estados
que conforman la federación. En total suman 538 votos electorales, los cuales
se distribuyen a partir del aporte electoral que hace cada Estado a quien
resulte su ganador. De estos 538, únicamente se necesitan 270 para ganar las
elecciones.
Casi en todos
los Estados se utiliza el sistema “the winner takes it all”; el ganador se lo
lleva todo (excepto Maine y Nebraska, donde los votos electorales se
distribuyen de acuerdo al porcentaje del voto popular de cada candidato. Esto
es, si en un Estado hay 55 votos electorales, como en el caso de la poblada
California (38 millones de personas); un enclave demócrata, significa que quien
resulte ganador, que será Obama, pues tiene asegurada esa cantidad de votos
electorales.
No obstante, la
clave del asunto no radica en el voto electoral fuerte de uno u otro candidato
en sus Estados enclaves, sino en los Swing States o Estados Indecisos, ya que
ningunos de los dos partidos cuenta con Estados fortalezas que le puedan
proporcionar, ni siquiera el 80% de los votos que se necesitan para ganar la
presidencia. Son los Swing States, alrededor de 12 Estados, los que aportan los
votos necesarios para que un candidato resulte vencedor. Sus votos electorales serán
sumados a los Estados fuertes que cada candidato conserva.
Es en esta pista
que Romney corre. La mayoría de estos Estados han ido paulatinamente inclinándose
por Obama y ya una de las principales polls of pollsters (que promedia todas
las encuestas realizadas), The Huffingtonpost Blog, proyecta a Obama con 281
votos electorales y con tendencia a subir, ya que de los Estados indecisos
quedan 4 tossup (cara o cruz): Florida, Carolina del Norte, Colorado y
Virginia, donde la contienda está tan reñida que cualquiera de los dos
candidatos podría alzarse con el triunfo en cualquiera de éstos. Pero, ¿qué ha
provocado que estos Estados indeciso hayan ido poco a poco inclinándose por
Obama? La respuesta está en el último párrafo de este artículo.
Los votantes del
gigante norteño todavía tienen fresquecita en sus memorias la última administración
republicana, la del nefasto George Bush Jr., caracterizada por la mentira, la violación
a los derechos humanos, zozobra nacional e internacional, crisis económica aguda,
entre otros males que hicieron zarpar del poder al Partido Republicano.
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